martes, 18 de junio de 2013

Rockabilly: una particular burbuja en el tiempo Jopos perfectos, patillas y cuero; el eterno retorno de un género mutante

La historia del rock está cada vez más amalgamada con la retromanía, entendiendo como tal el proceso de la cultura actual a vivir de su propio pasado. Este fenómeno tiene varias aristas para explorar tanto en términos de industria (reediciones, aniversarios, giras reunión) como de música en sí (¿alguien se acuerda del chistecito del retro rock, a principios de siglo?), pero hay un género devenido en subcultura que demuestra que no todo es lo mismo. El rockabilly es, por si les quedaba alguna duda, otra cosa muy distinta.
¿Cómo es posible que algo que mira inequívocamente al pasado no pueda ser acusado de ser un ejercicio nostálgico? Porque, entre otras cosas, no vive de días pasados, sino que los reinventa. El rockabilly (conjunción de rock y hillbilly, otra etiqueta posible para la música country) tuvo su primer chispazo a principios de los 50 en el sur estadounidense. Como toda moda, su llama se extinguió rápido, pero el fuego volvió a chispear casi dos décadas más tarde y del otro lado del Atlántico.
Sí, el revival del rockabilly tuvo su centro neurálgico en Inglaterra, y el cambio de escenario obligó a las bandas estadounidenses a no sólo cruzar el charco, sino también a crear su propio imaginario, ya fueran puristas old school como Stray Cats, u oscurantistas con estilo como The Cramps. A la impronta estética de rigor que implican un traje satinado, patillas prolijamente cuidadas y un jopo engominado producto de horas frente al espejo, la nueva ola sumó amor fierrero a los autos hot-rod, chicas pin up, y el imaginario del cine clase B más bizarro.
¿Puede etiquetarse al rockabilly con el tag "retromanía"? No, y por varios motivos. Primero, porque se adelantó al fenómeno descrito por Simon Reynolds. Pero además, porque su recreación del pasado es absolutamente ficcional y distorsionada, en un abanico tan amplio en el que también hay lugar para psychobilly y punkbilly. En definitiva, algo que creó un puñado de artistas, revive en infinidad de subgéneros y lecturas. ¿Nostalgia? No, gracias.

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